Comentario
En los textos de Babilonia, el territorio septentrional colindante es denominado como Subartu. Ya en sus orígenes se considera un reino de estirpe acadia, aunque la población debía de ser mixta, presemita subartea y semita. El fundador de la primera dinastía parece ser un tal Puzurassur, aunque sus orígenes y la historia de sus sucesores se pierde en crónicas legendarias redactadas en una época muy tardía. Aparentemente, el tejido habitacional en aldeas dispersas se vio alterado por la presencia de poblaciones transhumantes que actúan como intermediarias en intercambios comerciales de mediano alcance. La escasa productividad del suelo propició la actividad comercial, organizada desde nuevos centros urbanos, en los que se iba concentrando la población con el beneplácito de los grandes estados meridionales, ya que así se facilitaba el acceso a los productos procedentes de Anatolia.
La intervención del comercio en la configuración política de Asiria es perceptible en la disparidad funcional de sus principales centros, Assur como sede de la actividad comercial, y Nínive, centro regulador de la actividad agrícola del entorno. La historia fáctica bajo los primeros reyes se nos escapa por la escasez de la información, pero pronto debió de ser una potencia equiparable a las del sur. Su auge está íntimamente relacionado con la renta obtenida de las cargas impuestas a las actividades comerciales, de manera que el monarca da más la imagen de gran agente comercial que de rey absoluto.
Ya en el último tercio del siglo XIX, los asirios instalan en Anatolia agencias de comercio, consideradas como colonias. En efecto, a las puertas de la ciudad de Kanish (Kültepe) en Capadocia, los comerciantes particulares asirios tienen un "karum", de donde procede una valiosísima colección de millares de tablillas que nos permite reconstruir su funcionamiento. El "karum" de Kanish es una agencia comercial asiria, que funciona con una organización política propia al margen de la ciudad indígena contigua, con la que no obstante firman pactos e incluso obtienen protección militar de ella. Se trata, pues, de un lugar central estable que controla una red de agencias menores (wabaratu) diseminadas por Anatolia. Su objetivo es la exportación de bienes manufacturados (tejidos) y estaño, a cambio de los cuales obtiene cobre, plata y oro. Para su correcto funcionamiento desarrollan los más sofisticados sistemas crediticios y de tasación conocidos hasta entonces. Los beneficios repercutían sobre las empresas privadas pertenecientes a las grandes familias de Assur que tenían sus agentes en los distintos "karu". Estas, a su vez, contribuyen mediante imposiciones tributarias al erario público, dando lugar así a uno de los más sólidos ingresos para el estado asirio.
El máximo beneficiario de este sistema es naturalmente el monarca, que posee además las atribuciones propias de los reyes de la época; pero en el caso asirio se da otra circunstancia especial, pues la propia ciudad está representada a través de una asamblea, a la que pertenecen todos los ciudadanos libres, con capacidad para tornar decisiones. Tal vez sea, como en el caso del reino hitita o en el período formativo de los reinos meridionales, expresión de unas formas más colectivas de decisión política, propias de comunidades de pequeño tamaño y no excesivamente jerarquizadas. Pero la organización cívica estaba representada también por un magistrado electivo y temporal, (limum), presidente de la asamblea, lo que pone de manifiesto la originalidad institucional asiria.
A finales del siglo XIX se produce un brusco cambio en toda esta situación, cuando el "karum" de Kanish es destruido, no se sabe bien en qué circunstancias. Al parecer, la propia capital del reino sufre graves alteraciones y poco después ve cómo accede al trono un amorreo, miembro de aquellas tribus que previamente se habían dejado sentir por la zona septentrional de Siria y que también habían conseguido instalar una dinastía propia en Babilonia, a la que corresponde Hammurabi.
Con el nuevo rey, Shamshiadad (1812-1780), la ciudad de Assur pierde parte de su protagonismo, pues el centro de gravedad del reino se desplaza hacia la zona del alto Khabur, donde erige el palacio de Shubat-Enlil (Tell Leilan). Una carta de Mari dice: "La ciudad de Shubat Enlil es una fortaleza, fundada en el corazón del territorio...", para garantizar las comunicaciones entre Mesopotamia y Anatolia. Las campañas militares de Shamshiadad tuvieron precisamente como finalidad asegurar la fluidez del tráfico comercial en su propio beneficio y en tal sentido se debe entender la toma de Mari; aunque por otro lado buscaba la consolidación de las zonas fronterizas. Sus éxitos militares hicieron de Asiria la máxima potencia de su época y el propio monarca se preocupó por dar un aparato administrativo más eficaz a su reino. Esa pudiera ser la correcta interpretación de la apertura a las influencias meridionales, que afectan tanto al sistema organizativo, como al ámbito religioso, fenómeno al que no es ajeno el propio exilio de Shamshiadad en Babilonia antes de convertirse en monarca de un estado territorial. Al frente de las ciudades sometidas, como Mari, sitúa a sus propios hijos o personas de confianza, protegidos por guarniciones militares. Para las campañas militares las tropas estacionadas son auxiliadas por levas extraordinarias entre la población productora que es desmovilizada al término de las mismas. Así pues, el antiguo reino asirio se fundamenta en el consabido equilibrio inestable entre la explotación de los recursos agrícolas, la actividad comercial, la presión tributaria sobre territorios sometidos y todo ello gracias a la eficacia de la maquinaria militar, cuyo fracaso conlleva el colapso de estados aparentemente bien consolidados. Pero en el caso de Asiria, la debilidad estructural estaba acrecentada por la composición del grupo dominante, un conglomerado de antiguas casas dinásticas y jefes de clanes nómadas, cuyas disensiones pronto se dejarán sentir violentamente. A la muerte de Shamshiadad hacia 1780, todos los territorios ocupados se lanzan a recuperar su independencia, desde Eshnunna a Mari. Comienza así una nueva etapa en la historia del Próximo Oriente.